miércoles, 26 de mayo de 2010

Capitulo 4

La seguía teniendo cogida por la cintura, así que le dio un pequeño empujón hacia él y sus labios se juntaron y se fundieron en un beso, un beso duradero, un beso que no querían acabar jamás, ahora sí que se querían.
Ese beso derivó a otro, y a otro más, no podían dejar de quererse, de sentirse, no querían acabar lo que estaban haciendo. Sin separarse ni un centímetro fueron hasta la habitación de Olimpia tropezando torpemente con la ropa que iban dejando atrás. Olimpia se tumbó en su cama y Martín empezó a acariciarla, exploró todo su cuerpo con sus manos y sus labios. No sabía porqué pero se dio cuenta de que le resultaba demasiado familiar aquel cuerpo, aquella mujer desnuda, la sentía como si ya supiera lo que tenía que hacerle, como si la conociera de toda la vida. Empezaron a jugar entre las sábanas excitándose mutuamente y dándose calor para no perder la concentración. A los pocos minutos Martín la penetró suavemente seguidamente se movieron al mismo compás sin dejar de besarse. Olimpia lo sentía suyo, era su Martín, no tenía dudas de nada, le amaba con su alma. Martín llegó al orgasmo primero mordiendo el cuello de Olimpia, ella tardó un poco más pero no se quedó corta, su respiración se agitó y empezó a besar y a morder el cuello de Martín. Cuando se cansaron se tumbaron el uno al lado del otro.

Olimpia: Ha sido genial. (Respirando fuerte)
Martín: Y que lo digas…

Olimpia puso la cabeza en su pecho y le abrazó.

Olimpia: Te quiero.
Martín: Yo también.

Olimpia subió su cabeza y le besó en los labios, después volvió a recostarse. Amos se durmieron a los pocos minutos, estaban reventados.

A la mañana siguiente Martín fue el primero en levantarse debido a los llantos de Darío. Quiso que Olimpia durmiera, así que se despertó y cogió al pequeño en brazos.

Martín: No llores pequeñín. (Le dio un beso y le puso el chupete y se calló)

Olimpia sin poderlo evitar se levantó con sigilo y observó la escena desde el marco de la puerta.

Martín: Ahora vamos a ir al comedor sin que mami se entere, ¿vale?
Olimpia: Mami se ha enterado hace un buen rato. (Sonrió y se dirigió hacia ellos)
Martín: Vaya, yo que quería prepararle el biberón y todo...
Olimpia: Claro, Martín, el señor que nunca ha hecho un biberón, va a hacerlo ahora. No me hagas reír.
Martín: Por lo menos lo intentaría...
Olimpia: ¡Y saldríamos ardiendo seguro! (Riendo) Anda, dame a mi pequeñín... (Cogiendo a Darío en brazos)
Martín: ¿Tú crees?
Olimpia: Pues claro que lo creo. Anda, vamos para la cocina que este tiene hambre y de paso desayunamos.

Una vez allí Olimpia le hizo el biberón al pequeño mientras Martín preparaba el café, seguidamente se pusieron a desayunar ya que tenían clase. Olimpia preparó a Darío y ellos se vistieron y llevaron el niño a casa de la madre de Olimpia, seguidamente se dirigieron al colegio y aparcaron.

Martín: ¿En serio quieres entrar?
Olimpia: No nos queda otra, si faltamos los dos nos pelarán y encima hoy tienes la reunión para aprobar lo que me contaste ayer, ¿no?
Martín: Tienes razón... Bueno, espero tener tu apoyo.
Olimpia: Ya te dije ayer que podías contar con mi apoyo.
Martín: Gracias...

Se acercó un poco a sus labios y se besaron sin darse cuenta de que en el exterior alguien les miraba. Al rato salieron del coche y entraron en el lugar. Se dirigieron al aula de profesores donde les esperaban. Primero entró Martín.

Martín: Hola, siento el retraso, he tenido problemas con la moto.

Mientras Martín entraba Olimpia esperó unos segundos y entró.

Olimpia: Disculpad, Darío tenía un poco de fiebre esta mañana y me he entretenido
.
Clara miró a Olimpia y le señaló una silla a su lado. Olimpia no tardó en sentarse, todo esto sin parar de mirar a Martín.

Clara: Ya podríais disimular un poquito... (En voz baja)
Olimpia: ¿Nos has visto?
Clara: Suerte que en aquel momento sólo pasaba yo, que sino... Vaya par...
Olimpia: Tú... A nadie...
Clara: Claro, soy una tumba. (Dijo imitando una cremallera cerrando su boca)
Martín: (En voz alta) Bueno, podéis prestarme un poco de atención.

Todo el mundo se centró en él.

Martín: Llevo un par de semanas pensando en un proyecto para este verano...

Explicó el proyecto completo, con todos sus pros y sus contras, explicando la tarea que tendría cada uno, los horarios, las actividades, todo.

Marina: ¿Y tendríamos que colaborar todos?
Martín: Es necesario que colaborásemos todos, pero en caso de que no poder colaborar, o no ser suficientes monitores, daríamos una oportunidad a los alumnos mayores de dieciséis años del colegio para que tengan un pequeño empleo, sin cobrar demasiado, pero suficiente para sus gastos.
Clara: A mí me parece perfecto.

Todos los profesores votaron y por mayoría absoluta el proyecto iba a llevarse a cabo, lo malo es que al final los únicos monitores que habían eran cuatro: Olimpia, Martín, Clara y Roque.

Martín: Habrá que poner anuncios por el colegio a ver si a los alumnos les interesa.
Clara: Contad con Ruth, le encantan los niños.
Olimpia: Estoy segura de que Gorka y Paula querrán venir, ya que es una oportunidad para demostrar su potencial como padres.
Martín: Perfecto, con tres o cuatro más seremos suficientes. Voy a preparar la publicidad para colgarla por las calles a ver si salen niños.
Olimpia: Con Darío cuenta.
Martín: Perfecto, por lo menos tenemos uno.
Olimpia: Avisaré a las madres de la guardería y a los colegios de primaria de la zona.
Clara: Muy bien.
Roque: Yo este verano tengo a Alba, así que ella también vendrá.
Martín: ¡Esto se pone en marcha! Pues ahora cada uno a trabajar en lo suyo. (Miró a Olimpia) Olimpia, ¿puedes quedarte aquí un momento?
Olimpia: Claro.

Los profesores salieron y se quedaron solos, al instante Martín la abrazó.

Martín: Cómo te amo.
Olimpia: Y yo a ti.

Se besaron apasionadamente.

Olimpia: Guardate las fuerzas para esta noche campeón, que luego no me rindes.

En aquel momento sintió como si tuviese un deja-vú, como si esa frase ya se la hubiese dicho en otro momento y miró a Martín.

Martín: ¿Pasa algo?
Olimpia: (Miró al suelo) Nada, ha sido como tener un deja-vú, nada, déjalo, una tontería. Bueno me voy a clase.
Martín: ¿Pero estás bien?
Olimpia: Si, sí, estoy perfectamente.
Martín: Vale, ¿nos vemos luego?
Olimpia: A las cinco en la cafetería, hoy sí que invito yo. Pero esta vez dejo a Darío con mi madre.
Martín: Como quieras.

Se volvieron a besar y ella tomó su camino hacia las aulas y él hacia su despacho.

sábado, 22 de mayo de 2010

Capitulo 3

Olimpia: ¿Dejas a tu ex plantada en el altar y me hablas de lo correcto? Anda venga va, te invito a unas pizzas, ya que tu has invitado a la comida yo lo hago en la cena.

Martín: Vale, subo. (Con una sonrisa de oreja a oreja en la cara)


Olimpia sonrió, hoy estaba feliz, le quería, se había dado cuenta de que le quería, le amaba, le adoraba.

Subieron a casa de Olimpia y ella fue a acostar al pequeño mientras Martín llamaba a la pizzería. Al ver que ella tardaba mucho en volver de la habitación de Darío fue a ver qué pasaba. La encontró en frente de la cuna mirándo al pequeño como dormía. No se lo pensó dos veces y la abrazó por la espalda.


Martín: Son preciosos cuando duermen… (Dándole un beso en la mejilla a Olimpia)

Olimpia: Sí, así parece un angelito… (Le cogió las manos, que estaban en su vientre y las apretó con fuerza. Entonces le vino un recuerdo, como un accidente, y cayó desmayada en brazos de Martín)


Martín la cogió como pudo y la tumbó en su cama. “Será el cansancio” pensó. Le puso un pañuelo mojado en la cabeza y fue a recoger las pizzas cuando llegaron. Desde aquél momento no se movió de su lado. A las dos horas se despertó.


Olimpia: ¡Gonzalo!

Martín: Olimpia, soy yo, Martín, te has desmayado.

Olimpia: ¿Qué? Vaya… He visto como un accidente y todo se volvió negro…

Martín: ¿Un accidente? (Extrañado por la coincidencia…)

Olimpia: Sí… Lo recuerdo a veces, pero es un recuerdo muy lejano… ¿Porqué te extrañas?

Martín: Porque a mí a veces también me pasa…

Olimpia: ¿Y qué ves?

Martín: Sólo recuerdo el choque y un nombre… Sandra… Pero no sé quien es…

Olimpia: Yo también recuerdo más o menos un choque, pero otro nombre… Gonzalo… Pero no sé quien es ni nada…

Martín: Yo tampoco sé quien es Sandra… Vaya par…

Olimpia: Martín, ahora que lo pienso, ¿has pagado tú las pizzas?

Martín: No me quedaba otro remedio, no te despertabas…

Olimpia: Vaya… Bueno, pues como sea otro día invito yo…

Martín: Y como vuelva a pasar lo mismo creeré que es una broma pesada para no pagar. (Rió a carcajadas)

Olimpia: Oye, no te rías, no me ha pasado para escaquearme.

Martín: Vale, vale, ¿quieres que te traiga la pizza a la cama?

Olimpia: No, ya me levanto…

Martín: ¿Seguro?

Olimpia: Sí, quiero caminar.

Martín: Vale, pero déjame que te ayude.


Olimpia aceptó y le cogió del brazo y fueron hasta el salón donde se sentó en el sofá mientras Martín ponía la mesa y calentaba las pizzas.


Olimpia: ¿Qué pongo en la tele?

Martín: lo que quieras.

Olimpia: No dan nada interesante…

Martín: Pues pon música, así estaremos más pendientes de nosotros.

Olimpia: Vale.


Martín acabó y se sentó al lado de ella. Estaba siendo un día perfecto, estaban juntos, eran felices. Aunque no paraba de pensar en lo que le había dicho Olimpia… Él también recordaba sólo un accidente, ambos recordaban lo mismo… Por su parte Olimpia le pasaba lo mismo, no podía parar de pensar en aquello, ¿y si él era Gonzalo? No, no podía ser, ¡era imposible! Demasiada concidencia para ser real. Martín también pensó que ella podía ser Sandra, pero no se lo creía, no podía ser Olimpia, ¡no era lógico!


Olimpia: Bueno… Parece que ambos estamos metidos en nuestros pensamientos…

Martín: Sí, es que me he quedado pensativo al coincidir…

Olimpia: Como tú has dicho sólo será una coincidencia…


Acabaron de cenar rápido y recogieron la mesa entre los dos. Se sentían incómodos y no sabían como romper aquel silencio que les envolvía. De repente una canción conocida sonó: My endless love de Diana Ross y Lionel Ritchie. Ambos atendieron a la canción, les sonaba de algo y no sabían de qué.


Martín: Baila conmigo. (Sonrió)

Olimpia: No sé bailar…

Martín: Pues déjate llevar. (Dijo al oído mientras la cogía por la cintura)

Olimpia: Vale, espero que tú sí bailes bien.


Bailaron la cancion como si de profesionales se tratara, bailaron de manera dulce, suave, al compás de la canción. Al terminar Martín le dio una vuelta lenta a Olimpia y la abrazó quedándose a pocos centímetros de sus labios.


Martín: Eres una mentirosa, sí sabes bailar.

Olimpia: No, eso es que me has llevado muy bien.

Martín: ¿Eso crees?


La seguía teniendo cogida por la cintura, así que le dio un pequeño empujón hacia él y sus labios se juntaron y se fundieron en un beso, un beso duradero, un beso que no querían acabar jamás, ahora sí que se querían.

viernes, 21 de mayo de 2010

Capitulo 2

La mañana pasó rápida, Olimpia se fue a buscar el niño en cuanto salió de trabajar y se dirigió al restaurante donde había quedado con Martín. Y al llegar ahí estaba él, esperándola, se había cortado el pelo y lo llevaba planchado.


Olimpia: ¿Qué has hecho con tus rizos? (Con voz de enfadada)

Martín: ¡Cortármelos! ¿No te gusta?

Olimpia: ¡Me encanta! Los rizos te quedaban bien, pero va bien cambiar.

Martín: Pensaba que te habías enfadado.

Olimpia: Qué poco me conoces… (Con chulería)

Martín: Pues espero conocerte más. (Guiñándole un ojo y sonriendo)

Olimpia: Jajaja, a ver si lo consigues. (Con una sonrisa de oreja a oreja)

Martín: Bueno, ¿entramos?

Olimpia: ¡Claro! (Mirándo al pequeño que no paraba de mirarles mientras hablaban)


Martín abrió la puerta para que Olimpia pudiera pasar con el carro y le preguntó al camarero si tenian una mesa de tres y el señor les guió amablemente hacia una mesa cerca de la ventana donde tenían sitio de sobras para poner a Darío con el carro. El restaurante era sofisticado, pero tenía un toque de informalidad para poder ir a comer en família. Ambos se sentaron uno en frente del otro y a Darío lo pusieron en un lado de la mesa.

La pareja cogió bistec a la plancha con guarnición y Olimpia le pidió al camarero que le calentara un biberón a Darío y se lo trajo enseguida.


Martín: Está enorme ya…

Olimpia: Sí, cada día crece más… (Sonrió levemente)

Darío: Aaaa, ¡Aaaabuaaaa!

Olimpia: ¿Quiéres agua, cielo? (Cogió el agua de la mochilita y se la dio)

Martín: Bebe solo y todo…

Olimpia: ¡Pues claro! Ya se hace grande y va controlando su fuerza para coger las cosas, va aprendiedo a ser y a vivir… Y parece que fue ayer cuando nació…

Martín: ¿Cuánto tiempo tiene ahora?

Olímpia: Casi un añito, le queda poquito ya…

Martín: Aún me acuerdo cuando te encontré en el despacho dándole el pecho.

Olimpia: Jajaja, yo también me acuerdo… (Sonriendo)


La comida siguió tranquila, llena de conversaciones con anécdotas, hablaron de sus vidas hasta ahora, aunque ambos no recordaran parte de su pasado, hablaron del colegio, los alumnos, sus vidas… Al terminar la comida fueron a dar un paseo por el Retiro, caminaron toda la tarde, Darío se quedó absolutamente dormido a la media hora y cuando ellos se cansaron y se sentaron en un banco.


Olimpia: ¿Y antes de Blanca hubo alguna? (Algo tímida)

Martín: No… No hubo nadie especial en mi vida hasta que entró ella… (O eso creo… -Pensó)

Olimpia: Pues te dio fuerte Blanca… ¿y aún sientes algo por ella?

Martín: Lo único que siento es tristeza, culpabilidad… Lo debió pasar fatal en aquel momento…

Olimpia: Pues sí…

Martín: Pero no podía, no sentía por ella lo mismo que al principio…

Olimpia: ¿Y qué sentías?

Martín: Ya lo sabrás…


La cogió de la mano y ella se echó en su hombro.


Olimpia: Lo que sé es que todo va a salir bien…


Al poco rato volvieron a casa de Olimpia, el pequeño estaba cansado de estar en el carro y quería acostarse.


Olimpia: ¿Quieres subir?

Martin: No, tienes que acostar al enano.

Olimpia: Y lo acostaré, pero después me quedaré despierta y sola mientras éste duerme.

Martín: No sé Olimpia… No me parece correcto…

Olimpia: ¿Dejas a tu ex plantada en el altar y me hablas de lo correcto? Anda venga va, te invito a unas pizzas, ya que tu has invitado a la comida yo lo hago en la cena.

Martín: Vale, subo. (Con una sonrisa de oreja a oreja en la cara)

domingo, 16 de mayo de 2010

Capítulo 1: El comienzo

Martín llegó muy tarde de su no-boda, estaba cansado, echaba de menos a Olimpia, había algo en ella que le encantaba, él la sentía suya y nunca supo porqué, se empezó a dar cuenta cuando se besaron en aquel bar, parecía que ya había besado esos labios, le eran familiares, y los notaba como si los llevara echando de menos muchos años, pero él no recordaba nada. Un año antes de llegar al Zurbarán tuvo un accidente de coche, nunca supo quién iba con él. Sólo se acordaba de un nombre, Sandra, no recordaba nada más, él intentó buscarla, pero había tantas Sandras en Madrid que nunca daría con ella.

Se preparó algo de comida y se sentó en el sofá, no sabía qué hacer, pero quería dormir y no despertarse jamás.


Olimpia, por su parte, no podía dormir, y eso que Darío dormía profundamente en su habitación. No paraba de dar vueltas en la cama. ¡Martín le había dicho que no a Blanca por ella! No se lo podía creer, estaba enfadada y feliz, enfada por dejar a la pobre Blanca en el altar y feliz porque ella quería a Martín, sentía algo por él que no se podía explicar con palabras, era amor y pasión, como si en otra vida hubiesen estado juntos y se hubiesen reencontrado. Y no sabía porqué siempre que estaba con él un nombre le venía a la cabeza, Gonzalo, Gonzalo de Soto. Una vez intentó buscarlo, pero sólo encontró a un publicitario que había desaparecido el mismo día que ella entró en el hospital, y de eso ya hacía dos años. Con el paso de las horas acabó quedándose dormida.


Los días siguientes fueron alocados, empezaron a buscar sustitutos para Blanca e Irene, ya que ésta última también se había ido, para ella encontraron rápido, pero para la primera no. Martín le dijo a Olimpia que se encargara de las clases de Blanca, total, apenas quedaban un par de semanas para que acabara el curso. Sólo hablaron en aquel momento en toda la semana, no querían hablar más por mucho que se quisieran lanzar a los brazos del otro.


Llevaban dos semanas sin hablar cuando estandi Olimpia sola en la sala de profesores entró Martín.

Martín: Hola.-Dijo entrecortado.

Olimpia: Hola.

Martín: No me vas a hablar...

Olimpia: No tengo nada que decir.

Martín: Vale, como quieras. Oye, he estado pensando en una cosa, he pensado en hacer una escuela de verano, para niños de dos a diez años. ¿Qué te parece?

Olimpia: Mientras no me metas de niñera...-Dijo en tono borde.

Martín: Si quieres podrás traer a Darío.

Olimpia: Pero si es más pequeño.

Martín: Pero haremos una excepción.

Olimpia: ¿Me saldrá gratis?

Martín: Claro.

Olimpia: Pues sí. ¿Y qué actividades harán?

Martín: Pues se pueden hacer tres grupos, uno de dos a cuatro años, otro de cinco a siete y otro de ocho a diez. Los más grandes pueden hacer clases de danza, pintura y repaso, los medianos clases de danza y repaso y los pequeños juegos infantiles.

Olimpia: ¡Me parece genial!

Martín: Entonces, ¿me apoyarás en la reunión?

Olimpia: Sí, claro,

Martín: Gracias. Oye Oli, ¿quieres venir a comer algo conmigo después de las clases?

Olimpia: No lo sé, hoy no tengo clases por la tarde y la niñera sólo se queda hasta las dos.

Martín: Pues tráete al pequeño, nos lo pasaremos bien.

Olimpia: Bueno, vale, comeremos juntos hoy.