Ese beso derivó a otro, y a otro más, no podían dejar de quererse, de sentirse, no querían acabar lo que estaban haciendo. Sin separarse ni un centímetro fueron hasta la habitación de Olimpia tropezando torpemente con la ropa que iban dejando atrás. Olimpia se tumbó en su cama y Martín empezó a acariciarla, exploró todo su cuerpo con sus manos y sus labios. No sabía porqué pero se dio cuenta de que le resultaba demasiado familiar aquel cuerpo, aquella mujer desnuda, la sentía como si ya supiera lo que tenía que hacerle, como si la conociera de toda la vida. Empezaron a jugar entre las sábanas excitándose mutuamente y dándose calor para no perder la concentración. A los pocos minutos Martín la penetró suavemente seguidamente se movieron al mismo compás sin dejar de besarse. Olimpia lo sentía suyo, era su Martín, no tenía dudas de nada, le amaba con su alma. Martín llegó al orgasmo primero mordiendo el cuello de Olimpia, ella tardó un poco más pero no se quedó corta, su respiración se agitó y empezó a besar y a morder el cuello de Martín. Cuando se cansaron se tumbaron el uno al lado del otro.
Olimpia: Ha sido genial. (Respirando fuerte)
Martín: Y que lo digas…
Olimpia puso la cabeza en su pecho y le abrazó.
Olimpia: Te quiero.
Martín: Yo también.
Olimpia subió su cabeza y le besó en los labios, después volvió a recostarse. Amos se durmieron a los pocos minutos, estaban reventados.
A la mañana siguiente Martín fue el primero en levantarse debido a los llantos de Darío. Quiso que Olimpia durmiera, así que se despertó y cogió al pequeño en brazos.
Martín: No llores pequeñín. (Le dio un beso y le puso el chupete y se calló)
Olimpia sin poderlo evitar se levantó con sigilo y observó la escena desde el marco de la puerta.
Martín: Ahora vamos a ir al comedor sin que mami se entere, ¿vale?
Olimpia: Mami se ha enterado hace un buen rato. (Sonrió y se dirigió hacia ellos)
Martín: Vaya, yo que quería prepararle el biberón y todo...
Olimpia: Claro, Martín, el señor que nunca ha hecho un biberón, va a hacerlo ahora. No me hagas reír.
Martín: Por lo menos lo intentaría...
Olimpia: ¡Y saldríamos ardiendo seguro! (Riendo) Anda, dame a mi pequeñín... (Cogiendo a Darío en brazos)
Martín: ¿Tú crees?
Olimpia: Pues claro que lo creo. Anda, vamos para la cocina que este tiene hambre y de paso desayunamos.
Una vez allí Olimpia le hizo el biberón al pequeño mientras Martín preparaba el café, seguidamente se pusieron a desayunar ya que tenían clase. Olimpia preparó a Darío y ellos se vistieron y llevaron el niño a casa de la madre de Olimpia, seguidamente se dirigieron al colegio y aparcaron.
Martín: ¿En serio quieres entrar?
Olimpia: No nos queda otra, si faltamos los dos nos pelarán y encima hoy tienes la reunión para aprobar lo que me contaste ayer, ¿no?
Martín: Tienes razón... Bueno, espero tener tu apoyo.
Olimpia: Ya te dije ayer que podías contar con mi apoyo.
Martín: Gracias...
Se acercó un poco a sus labios y se besaron sin darse cuenta de que en el exterior alguien les miraba. Al rato salieron del coche y entraron en el lugar. Se dirigieron al aula de profesores donde les esperaban. Primero entró Martín.
Martín: Hola, siento el retraso, he tenido problemas con la moto.
Mientras Martín entraba Olimpia esperó unos segundos y entró.
Olimpia: Disculpad, Darío tenía un poco de fiebre esta mañana y me he entretenido
.
Clara miró a Olimpia y le señaló una silla a su lado. Olimpia no tardó en sentarse, todo esto sin parar de mirar a Martín.
Clara miró a Olimpia y le señaló una silla a su lado. Olimpia no tardó en sentarse, todo esto sin parar de mirar a Martín.
Clara: Ya podríais disimular un poquito... (En voz baja)
Olimpia: ¿Nos has visto?
Clara: Suerte que en aquel momento sólo pasaba yo, que sino... Vaya par...
Olimpia: Tú... A nadie...
Clara: Claro, soy una tumba. (Dijo imitando una cremallera cerrando su boca)
Martín: (En voz alta) Bueno, podéis prestarme un poco de atención.
Todo el mundo se centró en él.
Martín: Llevo un par de semanas pensando en un proyecto para este verano...
Explicó el proyecto completo, con todos sus pros y sus contras, explicando la tarea que tendría cada uno, los horarios, las actividades, todo.
Marina: ¿Y tendríamos que colaborar todos?
Martín: Es necesario que colaborásemos todos, pero en caso de que no poder colaborar, o no ser suficientes monitores, daríamos una oportunidad a los alumnos mayores de dieciséis años del colegio para que tengan un pequeño empleo, sin cobrar demasiado, pero suficiente para sus gastos.
Clara: A mí me parece perfecto.
Todos los profesores votaron y por mayoría absoluta el proyecto iba a llevarse a cabo, lo malo es que al final los únicos monitores que habían eran cuatro: Olimpia, Martín, Clara y Roque.
Martín: Habrá que poner anuncios por el colegio a ver si a los alumnos les interesa.
Clara: Contad con Ruth, le encantan los niños.
Olimpia: Estoy segura de que Gorka y Paula querrán venir, ya que es una oportunidad para demostrar su potencial como padres.
Martín: Perfecto, con tres o cuatro más seremos suficientes. Voy a preparar la publicidad para colgarla por las calles a ver si salen niños.
Olimpia: Con Darío cuenta.
Martín: Perfecto, por lo menos tenemos uno.
Olimpia: Avisaré a las madres de la guardería y a los colegios de primaria de la zona.
Clara: Muy bien.
Roque: Yo este verano tengo a Alba, así que ella también vendrá.
Martín: ¡Esto se pone en marcha! Pues ahora cada uno a trabajar en lo suyo. (Miró a Olimpia) Olimpia, ¿puedes quedarte aquí un momento?
Olimpia: Claro.
Los profesores salieron y se quedaron solos, al instante Martín la abrazó.
Martín: Cómo te amo.
Olimpia: Y yo a ti.
Se besaron apasionadamente.
Olimpia: Guardate las fuerzas para esta noche campeón, que luego no me rindes.
En aquel momento sintió como si tuviese un deja-vú, como si esa frase ya se la hubiese dicho en otro momento y miró a Martín.
Martín: ¿Pasa algo?
Olimpia: (Miró al suelo) Nada, ha sido como tener un deja-vú, nada, déjalo, una tontería. Bueno me voy a clase.
Martín: ¿Pero estás bien?
Olimpia: Si, sí, estoy perfectamente.
Martín: Vale, ¿nos vemos luego?
Olimpia: A las cinco en la cafetería, hoy sí que invito yo. Pero esta vez dejo a Darío con mi madre.
Martín: Como quieras.
Se volvieron a besar y ella tomó su camino hacia las aulas y él hacia su despacho.
¡Ayyssss, lo que me suena esta secuencia..., pero telaa ¿ehhh?
ResponderEliminarme encanta XD
ResponderEliminar