Olimpia: Voy al baño, en diez segundos ven conmigo.
Martín sonrió y afirmó con la cabeza. A los diez segundos se levantó y se dirigió a allí. Olimpia le esperaba sentada en la tapa del váter. Martín entró y cerró y ella se puso de pié, estaban apretados, pero estaban a gusto. Empezaron a besarse, poco a poco.
Martín: ¿Tú crees que esto es normal?
Olimpia: Más de lo que te piensas.
Siguieron besándose, entonces Olimpia bajó su mano hasta la entrepierna de Martín y empezó a tocale externamente, eso le ponía los pelos de punta. Él, ya que Olimpia quería jugar, empezó a mordisquearle el cuello, eso la volvía loca. Los besos que se daban cada vez tenían más pasión. Poco a poco fueron despojándose de la parte de abajo Olimpia intentó ponerse donde estaba Martín y él al revés, era un espacio muy reducido pero podían hacer lo que quisieran. Él se sentó donde estaba Olimpia anteriormente y ésta se arrodilló y le hizo disfrutar con lo que su lengua podía llegar a hacer. En ese momento picaron a la puerta.
Martín: ¡Ocupado! Ai... Oli...
Persona: ¿Qué está pasando?
Martín: (Con voz seria) Nada... Me ha sentado mal una comida...
Persona: Disculpe señor. (Se sintieron pasos)
En ese momento Olimpia dejó de jugar, miró le miró a la cara y se puso a reír, no pudo aguantarse, aquella situación era tan extrañá.
Martín: (Sonriendo) ¿No vas a seguir?
Olimpia: ¿Quieres que siga?
Martín: Claro.
Olimpia: ¡Pero si esto te parecía una locura!
Martín: Antes...
Olimpia: ¿Y ahora?
Martín: ¡Ahora más aún!
Olimpia se apartó, pero él la cogió por la cara y la besó.
Martín: Pero me encantan las locuras.
Olimpia se puso de pié y se abrió de piernas en ese momento Martín utilizó sus dedos para jugar con su parte más íntima y darle todo el placer que ella se merecía. Olimpia estaba contra la puerta del baño y cada vez que Martín rozaba su clítoris se restregaba contra la puerta removiéndose de placer. Él no quiso que acabara para dejarla con ganas de más, así que Olimpia se sentó encima suyo de espaldas a él y poco a poco la fue penetrando. Empezaron con suaves embestidas, la que más se movía era ella, por estar encima, y poco a poco fueron subiendo el ritmo, Martín aprovechó y le acarició los pechos con suavidad mientras le mordía la nuca, la nuca era donde más de gustaban los besos a Olimpia, la volvía loca con cada uno de los besos que le daba y ella se moría de placer. El primero en llegar fue Martín, pero aun así siguió para darle el placer de acabar ya que antes la había dejado con las ganas. Olimpia tardó un poco más, pero aun así valió la pena. Se removió en el cuerpo de Martín como nunca lo había hecho, se calló todos los gemidos que le salían, ya que los podían escuchar. Bajaron del todo el ritmo y Olimpia dejó caer su peso sobre Martín.
Martín: Me encanta quedarme dentro tuyo sin hacer nada, en este momento somos uno sólo.
Olimpia: Te quiero Martín.
Martín: Y yo a ti Oli.
La volvió a besar en el cuello y ella se levantó y se puso los pantalones, él hizo lo mismo. Primero salió ella, y seguidamente él. Se sentaron en sus asientos y se miraron a los ojos, acababan de empezar la historia de su vida y les encantaba. Martín no sabía lo que le esperaba, pero Olimpia le había preparado una gran sorpresa. En poco más de una hora llegaron al aeropuerto y cogieron un autobús que les llevaría al pueblo de San Antonio, donde pasarían la primera noche. Pasearon por las calles del lugar y tomaron un bocadillo antes de llegar al hotel, el cual no era gran cosa, un sitio muy mediterráneo, todo pintado de blanco y muebles de estilo rural. A parte de hotel era restaurante y tenia varias mesas fuera que en aquel momento las estaban recogiendo. Entraron, dieron el nombre y les dirigieron a la habitación. Martín no se esperaba aquello, una suite de lujo con salón, habitación doble y baño con jacuzzi.
Olimpia: Es la suite presidencial, ¿te gusta?
Martín: Me encanta, pero... ¿Cómo vas a pagar todo esto?
Olimpia: Tranquilo, tenia unos ahorros.
Martín: Pero esto es demasiado O...
Olimpia le calló con un beso.
Olimpia: Calla y disfruta.
Lo único que pudo hacer él fue sonreír y desnudarla por completo. Y él lo hizo mientras Olimpia llenaba el jacuzzi. El resto de la noche transcurrió con mucha agua, gemidos, carreras por la habitación y sexo, sobretodo sexo.
La mañana siguiente amaneció soleada, a las diez el servicio de habitaciones les llevó el desayuno a la cama, un desayuno completo, con café, zumo de naranja, tostadas con mantequilla y besos, muchos besos.
En cuanto acabaron se ducharon y pusieron camino al puerto, donde a Martín le esperaba na gran sorpresa.
Olimpia: Bueno, hoy no te voy a vendar los ojos, pero...¿Ves ese barco de allí? (Señalando un pequeño yate de la otra punta del muelle)
Martín: Sí...
Olimpia: Es nuestro hasta mañana por la tarde.
Martín: Pero no entiendo cómo lo vas a pagar...
Olimpia: Tú tranquilo, está todo arreglado. ¡Raúl! (Gritó a un chico que había al lado del yate) ¡Ven aquí!
Raúl vino corriendo.
Raúl: Hola Oli.
Olimpia: Martín este es Raúl, el chico que llevará el barco.
Martín: Encantado.
Raúl: Igualmente. Cuando queráis podéis subir.
Olimpia: Gracias, ahora vamos.
Raúl se fue y Martín la abrazó.
Martín: Eres increíble, te adoro, te amo, me encanta todo lo que estás haciendo para que esta “invitación a cenar” sea perfecta.
Olimpia: De nada mi amor, ya sabes que por ti lo haría todo.
En ese momento la mirada de Martín se perdió en la nada y visualizó una escena.
Gonzalo: Sandra de la Vega, amor de mi vida y reina de mi corazón, ¿quieres casarte conmigo?
En ese momento alzó la vista y vio a su futura mujer, tenía el cuerpo muy parecido al de Olimpia, pero con la cara un tanto borrosa, no la reconocía.
Sandra: Sí. …¡Martín!
Olimpia: ¡Martín! ¿Estás bien?
Martín: Sí, sí, estoy perfectamente, ¿vamos?
Olimpia: Claro... (Le dio un beso en la mejilla)
Caminaron hacia el yate con cierta preocupación, él no se acordaba de aquella mujer tan parecida a su chica, y con aquél nombre...
La mañana pasó rápida, navegaron alrededor de la isla y comieron en una pequeña cala a la que sólo se podía llegar en barco. Pasaron la tarde tomando el sol, ya que estaban a mediados de junio y hacía mucho calor. Cuando el sol empezó a desaparecer se subieron a bordo y pusieron rumbo a Menorca, aunque no llegaron aquella tarde, cenaron en mitad del mar, con el barco anclado, Raúl les hizo la cena y desapareció, bajando a su camarote y dejándolos solos.
Martín: La cena ha sido perfecta, como tú.
Olimpia: Gracias, tú si que eres perfecto. (Le guiña el ojo y mira al cielo.) ¿Te has dado cuenta de cómo se ven las estrellas y la luna esta noche?
Martín: Sí, ven.
Martín se levantó y llevó a Olimpia a la proa del barco, donde mejor se veía todo. Se sentaron apoyados en la luna de la cabina y se abrazaron, aquella noche fue mágica, fue de ellos, fue la más romántica que habían pasado jamás.
ays!! que bonito!!
ResponderEliminarsigue prontito!!