sábado, 22 de mayo de 2010

Capitulo 3

Olimpia: ¿Dejas a tu ex plantada en el altar y me hablas de lo correcto? Anda venga va, te invito a unas pizzas, ya que tu has invitado a la comida yo lo hago en la cena.

Martín: Vale, subo. (Con una sonrisa de oreja a oreja en la cara)


Olimpia sonrió, hoy estaba feliz, le quería, se había dado cuenta de que le quería, le amaba, le adoraba.

Subieron a casa de Olimpia y ella fue a acostar al pequeño mientras Martín llamaba a la pizzería. Al ver que ella tardaba mucho en volver de la habitación de Darío fue a ver qué pasaba. La encontró en frente de la cuna mirándo al pequeño como dormía. No se lo pensó dos veces y la abrazó por la espalda.


Martín: Son preciosos cuando duermen… (Dándole un beso en la mejilla a Olimpia)

Olimpia: Sí, así parece un angelito… (Le cogió las manos, que estaban en su vientre y las apretó con fuerza. Entonces le vino un recuerdo, como un accidente, y cayó desmayada en brazos de Martín)


Martín la cogió como pudo y la tumbó en su cama. “Será el cansancio” pensó. Le puso un pañuelo mojado en la cabeza y fue a recoger las pizzas cuando llegaron. Desde aquél momento no se movió de su lado. A las dos horas se despertó.


Olimpia: ¡Gonzalo!

Martín: Olimpia, soy yo, Martín, te has desmayado.

Olimpia: ¿Qué? Vaya… He visto como un accidente y todo se volvió negro…

Martín: ¿Un accidente? (Extrañado por la coincidencia…)

Olimpia: Sí… Lo recuerdo a veces, pero es un recuerdo muy lejano… ¿Porqué te extrañas?

Martín: Porque a mí a veces también me pasa…

Olimpia: ¿Y qué ves?

Martín: Sólo recuerdo el choque y un nombre… Sandra… Pero no sé quien es…

Olimpia: Yo también recuerdo más o menos un choque, pero otro nombre… Gonzalo… Pero no sé quien es ni nada…

Martín: Yo tampoco sé quien es Sandra… Vaya par…

Olimpia: Martín, ahora que lo pienso, ¿has pagado tú las pizzas?

Martín: No me quedaba otro remedio, no te despertabas…

Olimpia: Vaya… Bueno, pues como sea otro día invito yo…

Martín: Y como vuelva a pasar lo mismo creeré que es una broma pesada para no pagar. (Rió a carcajadas)

Olimpia: Oye, no te rías, no me ha pasado para escaquearme.

Martín: Vale, vale, ¿quieres que te traiga la pizza a la cama?

Olimpia: No, ya me levanto…

Martín: ¿Seguro?

Olimpia: Sí, quiero caminar.

Martín: Vale, pero déjame que te ayude.


Olimpia aceptó y le cogió del brazo y fueron hasta el salón donde se sentó en el sofá mientras Martín ponía la mesa y calentaba las pizzas.


Olimpia: ¿Qué pongo en la tele?

Martín: lo que quieras.

Olimpia: No dan nada interesante…

Martín: Pues pon música, así estaremos más pendientes de nosotros.

Olimpia: Vale.


Martín acabó y se sentó al lado de ella. Estaba siendo un día perfecto, estaban juntos, eran felices. Aunque no paraba de pensar en lo que le había dicho Olimpia… Él también recordaba sólo un accidente, ambos recordaban lo mismo… Por su parte Olimpia le pasaba lo mismo, no podía parar de pensar en aquello, ¿y si él era Gonzalo? No, no podía ser, ¡era imposible! Demasiada concidencia para ser real. Martín también pensó que ella podía ser Sandra, pero no se lo creía, no podía ser Olimpia, ¡no era lógico!


Olimpia: Bueno… Parece que ambos estamos metidos en nuestros pensamientos…

Martín: Sí, es que me he quedado pensativo al coincidir…

Olimpia: Como tú has dicho sólo será una coincidencia…


Acabaron de cenar rápido y recogieron la mesa entre los dos. Se sentían incómodos y no sabían como romper aquel silencio que les envolvía. De repente una canción conocida sonó: My endless love de Diana Ross y Lionel Ritchie. Ambos atendieron a la canción, les sonaba de algo y no sabían de qué.


Martín: Baila conmigo. (Sonrió)

Olimpia: No sé bailar…

Martín: Pues déjate llevar. (Dijo al oído mientras la cogía por la cintura)

Olimpia: Vale, espero que tú sí bailes bien.


Bailaron la cancion como si de profesionales se tratara, bailaron de manera dulce, suave, al compás de la canción. Al terminar Martín le dio una vuelta lenta a Olimpia y la abrazó quedándose a pocos centímetros de sus labios.


Martín: Eres una mentirosa, sí sabes bailar.

Olimpia: No, eso es que me has llevado muy bien.

Martín: ¿Eso crees?


La seguía teniendo cogida por la cintura, así que le dio un pequeño empujón hacia él y sus labios se juntaron y se fundieron en un beso, un beso duradero, un beso que no querían acabar jamás, ahora sí que se querían.

1 comentario:

  1. Corto, nena, se me hacen muy cortos tus capis. No los leo, me los bebo. Animo y sigue con el siguiente...lo espero con ansía.

    Besotes apretaos.

    ResponderEliminar